PARA JESÚS 5 PANES Y 2 PECES SON UN BUEN PUNTO DE PARTIDA (Homilía Domingo XVII TO)
· En la liturgia dominical de la palabra la primera lectura y el evangelio guardan siempre una estrecha relación. En este domingo esa relación es más evidente si cabe, ya que en ambas se narra un mismo milagro: la multiplicación de los panes, en el primer caso realizado por el profeta Eliseo (quien con 20 panes da de comer a 100 personas) y, en el segundo, llevado a cabo por Jesús (quien con 5 panes y dos peces alimenta a una multitud: «sólo los hombres eran unos cinco mil», y los hombres siempre son minoría en estos acontecimientos).
Pero el paralelismo entre ambas lecturas va más allá del milagro en sí. Tanto el criado del profeta, en un caso, como los apóstoles, en otro, responden con incredulidad ante la pretensión de dar de comer a todos los presentes. El criado comenta: «¿Qué hago yo con esto para cien personas?»; y el apóstol Andrés dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?».
El criado y el apóstol reaccionan aplicando la lógica humana a la situación que tienen ante sus ojos. La misma lógica que nosotros aplicamos ante tantos desafíos de nuestra vida cuando los recursos que tenemos se muestran aparentemente insuficientes: «¿Cómo puedo yo afrontar esta enfermedad, este fracaso, esta situación de conflicto familiar, esta situación de paro laboral, etc., cuando no tengo nada con lo que poder responder?».
· El evangelio nos ayuda a responder a esa pregunta enmarcando el acontecimiento de la multiplicación de los panes en la cercanía de la Pascua, la fiesta de los judíos. La pascua es la memoria viva de la manifestación de Dios, el paso de Dios en la historia de Israel que lo hace capaz de obtener aquello que el pueblo por sí mismo no podía alcanzar: la liberación de su esclavitud. La Pascua es el acontecimiento que ayudará a discernir a los israelitas su propia historia como un camino jalonado de momentos en los que Dios muestra su potencia.
Nosotros tenemos una mirada excesivamente horizontal y muchas veces nos cuesta ver lo extraordinario en medio de lo ordinario. Tenemos la tendencia de reducir todo a nuestros esquemas lógicos, a querer explicar y afrontar todo de “tejas hacia abajo”. Por supuesto que nuestra razón es algo bello y que tenemos que caminar guiados por un sentido de prudencia, pero nosotros, personas de fe, no podemos dejar de tener presente que siempre existe un factor adicional en la suma de nuestras acciones que es capaz de alterar de un modo sorprendente el resultado final de las mismas, tanto como para dar de comer a más de 5000 personas con cinco panes y dos peces.
El problema es que muchas veces no confiamos en ese “factor de más”; ni dejamos espacio a Dios para que Él nos sorprenda ni valoramos adecuadamente los cinco panes y dos peces que tenemos en nuestras manos. Pero la realidad es que para Jesús 5 panes y 2 peces son un buen punto de partida. Este es un axioma o principio fundamental del actuar cristiano: Dios siempre se sirve de nuestro poco, para mostrar su fuerza. Dios siempre obra así: multiplicando lo que ofrecemos a través de nuestras manos (eso sí, la multiplicación por cero da cero).
No podemos reducir nuestra vida a una sucesión de acontecimientos lógicos. Nuestra vida está llena de sorpresas, de ese “algo más” que tantas veces se manifiesta en cosas pequeñas y a veces en cosas grandes mediante las que podemos apreciar la paternidad de Dios, su providencia.
Los santos siempre han tenido una conciencia extremadamente viva de ese “algo más” en sus vidas; y gracias a ello se han aventurado a realizar obras maravillosas que no tenían ninguna lógica humana. Pero que para sorpresa de todos han alcanzado buen fin.
Pero no pensemos sólo en los grandes santos. ¿Cómo puede cualquier hombre unirse a una mujer en el sacramento del matrimonio si no cree que Dios añadirá algo más a esa relación fundada sobre una buena base humana, pero que siempre tiene deficiencias? ¿Cómo puede un joven consagrarse a Dios si no piensa en ese “factor de más” que le ayudará a afrontar su misión, cuando uno es consciente de su miseria? ¿Cómo se hace para educar a un hijo en medio de un mundo con tantas sombras si uno no cree en la Providencia? ¿Cómo construiremos la Iglesia si no es de la mano de un Dios capaz de sorprendernos constantemente?
La realidad, hermanos, es que nosotros siempre tendremos en nuestros bolsillos apenas cinco panes y dos peces, pero Dios siempre es capaz de multiplicar nuestro poco y sorprendernos. Dejemos que lo haga. Así sea.