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LOS FANTASMAS DEL PASADO Y DEL FUTURO

  • Raúl Navarro Barceló
  • 1 ene 2017
  • 3 Min. de lectura


Hoy comienza un nuevo año, pero al entrar en él debemos llevar cuidado de no hacerlo de la mano de dos peligrosos fantasmas: el del pasado y el del futuro.


El fantasma del pasado nos susurra al oído frases de este tipo: «No te hagas ilusiones; sabes bien que el nuevo año no será más que una repetición del pasado; seguirás con tus mismos defectos y chocando contra las mismas piedras. No te engañes… tú no tienes solución».


Quien escucha al fantasma del pasado, fácilmente acaba encerrado en la tristeza y la queja. Se repite a sí mismo una y otra vez: «Mi marido o mi mujer hubiera debido actuar de manera distinta a como lo hizo; yo hubiera debido haber dicho otra cosa o hubiera debido pensar en otra solución». Sea como sea el hecho es que vivir sujeto al fantasma del pasado nos encadena a nuestros errores y nos incapacita para vivir el presente.


El fantasma del futuro no supone una compañía mejor. También nos paraliza, pero en este caso a través de las mil y una preocupaciones que susurra en nuestro oído: «¿Qué pasará si te pones enfermo? ¿Qué pasará si te falta dinero? ¿Qué pasará si cambia el gobierno?». «Lleva cuidado –te susurra–… nunca se sabe lo que puede pasar».


La consecuencia de prestar demasiado oído a este fantasma es vivir sometidos al miedo y, en consecuencia, nuevamente quedarse paralizado e incapacitado para vivir el presente.


· Frente a estos dos fantasmas la fe cristiana nos recuerda que «Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre» (Hb 13,8). Dios no es alguien que fue o que será, sino “el que es”; Cristo no es alguien que vivió, sino que vive y que quiere vivir junto a ti. Nunca estamos solos; Dios está siempre con nosotros y cuida de nosotros. Está en el momento presente, tanto si es un momento de dificultad como de gozo, doloroso o alegre. Cristo es el rostro de la misericordia del Padre, más fuerte que los errores de nuestro pasado, y es la esperanza cierta que nos abre los ojos a la grandeza de la vocación a la que estamos llamados y que ya es una realidad: «Dios –nos recuerda san Pablo– ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abba! Padre. De modo que ya no eres esclavo, sino hijo, y si eres hijo, eres también heredero».


Al inicio de un nuevo año, la Iglesia nos invita a poner nuestra confianza en Dios. Todos tenemos experiencia de que eso no es sencillo; con cierta facilidad tendemos a desconfiar de Dios. Por eso la Iglesia nos propone en este primer día del año el ejemplo de María como fuente de inspiración. Nadie como ella supo vivir libre de las ataduras y miedos de los fantasmas del pasado y del futuro, aunque a veces no lograra entender los caminos por los que el Señor la dirigía.


· El inicio de año es un tiempo de buenos propósitos: intentar adelgazar unos kilos, aprender algún idioma, dejar de fumar, hacer más deporte, etc. ¿Qué podemos proponernos nosotros al inicio de este nuevo año? Luchar por no prestar oídos a los fantasmas del pasado y del futuro, y sí al Espíritu Santo, para así ser valientes y audaces y confiar realmente en el Señor. Hacer vida en nosotros el consejo de María: «hacer lo que Él os diga», y así transformar el agua insípida de nuestra vida en el mejor vino posible. Así sea en este nuevo año.


Raúl Navarro Barceló

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