RECORDANDO A DIOS EN LA LUNA
Hoy se celebra el 45 aniversario de la llegada del hombre a la luna (20 de julio 1969). En aquella legendaria misión del Apolo 11 iba un astronauta llamado Buzz Aldrin, quien a la postre sería la segunda persona en pisar la Luna, después del comandante de la misión: Neil Armstrong, a quien se debe aquella célebre frase: «Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad» (That's one small step for [a] man, one giant leap for mankind).
Para mi sorpresa hoy he descubierto que aquel día el astronauta Buzz Aldrin protagonizó una escena sorprendente y conmovedora. Una vez que el módulo en el que viajaban alunizó en el satélite, los dos astronautas, de acuerdo con el programa, tenían que esperar unas horas antes de bajar.
Buzz Aldrin había pedido al pastor de la iglesia presbiteriana que él frecuentaba que le bendijera un poco de pan y de vino durante la liturgia del domingo anterior a su viaje, para poder recibir la comunión apenas llegara a la Luna (señalar que a diferencia de la doctrina católica, los presbiteranos no creen en la presencia real de Jesús en este sacramento).
Su deseo era mostrar en directo aquella escena. Pero, para evitar problemas semejantes a los que se produjeron cuando los astronautas de la misión Apolo 8 leyeron los diez primeros versículos del Génesis mientras orbitaban alrededor de la luna, uno de los responsables de la misión se lo desaconsejó (la NASA sufrió en aquella ocasión una denuncia por parte de una persona atea; demanda que fue desestimada por el Tribunal declarando que éste no tenía jurisdicción sobre el espacio, ya que no era territorio estadounidense).
Finalmente, Buzz Aldrin optó por transmitir en directo sólo unas palabras. Fueron las siguientes: «Houston. Aquí el Eagle; el piloto LM habla. Me gustaría pedir un momento de silencio e invitar a todas las personas, dondequiera que estén, a hacer una pausa para contemplar los acontecimientos de las últimas horas y dar gracias como cada uno lo haga». Después, él tomó un pedazo de papel en el que había escrito algunos versos del Evangelio de Juan y leyó en silencio: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Mientras... el comandante Armstrong observaba en silencio. Finalmente, Aldrin comulgaba el pan y el vino bendecido.
Este momento tan especial fue también representado en un episodio de una miniserie de 1998 titulada De la Tierra a la Luna (From the Earth to the Moon). Pongo un link de Youtube en el que se puede ver (subtitulado en inglés):
http://www.youtube.com/watch?v=5zEZvPg1itw&feature=share
Años más tarde, Buzz Aldrin, comentanría: «Habíamos llegado a la Luna, en nombre de toda la humanidad -cristianos, judíos, musulmanes, animistas, agnósticos o ateos-. Pero, al mismo tiempo, pensé que no tenía una mejor forma de reconocer la enormidad de la misión del Apolo 11 que dando gracias a Dios. Mi esperanza era que la gente tuviera presente la totalidad del evento y viera, más allá de los pequeños detalles y configuraciones técnicas, un significado más profundo, una oportunidad y una exigencia humana de explorar lo que está por encima, por debajo de nosotros y más allá de aquí».
Al escribir este post no puedo dejar de pensar lo curioso que resulta que casi todos nosotros conozcamos la incierta anécdota del astronauta ruso Yuri Gagarin, el primer ser humano en viajar al espacio exterior, según la cuál éste dijo: «Aquí no veo a ningún Dios» (digo incierta porque no hay grabación alguna que demuestre que Gagarin pronunciara esas palabras que los medios de comunicación soviéticos le atribuyeron); y, por el contrario, casi nadie conoce las palabras del astronauta estadounidense Buzz Aldrin. Desgraciadamente, resulta significativo. Espero que a partir de hoy al menos más gente conozca esta historia y, cuando alguna noche fijemos nuestra mirada en la iluminada Luna, como Aldrin, nos acordemos de Dios y le demos gracias.