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ALGUIEN LLAMA A LA PUERTA

En el alborear de este primer día de Cuaresma, conocido por todos como Miércoles de ceniza, me han venido a la mente unas palabras del libro del Apocalipsis: «Yo corrijo y reprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y arrepiéntete! YO ESTOY JUNTO A LA PUERTA Y LLAMO: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos. Al vencedor lo haré sentar conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono» (Ap 3,19-21).

Creo que estas palabras condensan muy bien el espíritu de este tiempo litúrgico que hoy comenzamos bajo el signo de la imposición de la ceniza: el espíritu de conversión, de deseo de arrancar aquellas malas raíces que dejamos crecer en nuestro interior y que nos alejan de Dios y de las personas que tenemos a nuestro lado. Raíces que no se arrancan meramente a base de fuerza (experiencia sobrada tenemos de ello), sino sobre todo dejando entrar en nuestra vida a Aquel que llama a la puerta: Jesús, el Cristo; Aquel que con el poder del amor es capaz de transformar el madero de la cruz en un árbol de vida perenne.

Recuerdo la frase del libro del Apocalipsis y no puedo dejar de pensar en la paciencia de Aquel que llama a la puerta, a mi puerta. Tantas veces bien recibido y otras tantas despedido. Siempre ahí, insistiendo… junto a mi puerta, junto a la puerta de mis seres queridos, junto a la puerta de los que nunca le abrieron, junto a la puerta de los que no se atreven a volver a abrirla por miedo a que les corrija, junto a la puerta de los que un día le golpearon y rechazaron. Siempre ahí, insistiendo…

San Agustín repetía una frase que siempre me ha impresionado. Dice: «Tengo miedo cuando pasa el Señor». ¿Por qué? «Porque tengo miedo de que pase y no me dé cuenta». Yo también tengo miedo de que durante estos 40 días de cuaresma pase el Señor por mi puerta y yo no me dé cuenta. Ya me ha sucedido otras veces. Es tiempo de conversión, de abrir, como invitaba el Papa Juan Pablo II, las puertas de par en par a Cristo. Sé que me corregirá y que me pedirá despojarme de algo, porque el amor siempre es exigente; porque Él tiene una misión para cada uno de nosotros: ser sal de la tierra y luz del mundo.

Como dice la letra de una de las canciones del colombiano Juanes, es tiempo de cambiar. Las palabras que escucharé dentro de poco, al recibir la ceniza, así me lo recordarán: «¡Conviértete y cree en el evangelio!».

Suena el timbre; llaman a la puerta. Voy a abrir.

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