La alegría de la fe
© by Raúl Navarro Barceló
Origen de los Villancicos
· Cuando los ángeles anunciaron el nacimiento del Niño a los pastores, retumbó en el aire el primer cántico de Navidad: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor» (Lc 2, 14).
Estas palabras darían pie al hermoso himno doxológico del Gloria in Excelsis Deo, con el que glorificamos a Dios cada domingo y días de fiesta en la celebración de la santa misa. El Liber Pontificalis dice que el Papa Telesforo [siglo II] ordenó que en el Nacimiento del Señor se debía decir Misas en la noche y que el himno angélico, es decir el Gloria in Excelsis Deo, debía decirse antes del sacrificio.
Desde entonces fueron muchos los religiosos que compusieron himnos para acompañar las celebraciones de Navidad, muchos de ellos para ser entonados por el pueblo. La más antigua canción de Navidad se le atribuye a San Hilario de Poitiers, en el siglo IV: Jesus refulsit omnium.
· El villancico que hoy conocemos hunde sus raíces en la Castilla del siglo XV. Aunque, ciertamente en su origen los villancicos nada tenían que ver con el ámbito religioso o en concreto la Navidad. Se trataba de alegres composiciones que se cantaban en el mundo rural y cuyo fin era ir explicando los acontecimientos que habían sucedido en las villas (amores y desamores, fallecimientos o todo aquello que era de interés del pueblo)[1]. Por decirlo de un modo sencillo, eran un noticiero rural en forma de canción. Al ser cantado por los habitantes de las villas pasó a conocerse a estas composiciones como villancicos. Consistía en una forma musical y poética que alternaba coplas con estribillo.
En el siglo XVI las autoridades eclesiásticas empiezan a considerar la conveniencia de introducir en la liturgia composiciones en castellano como una forma de acercar al pueblo a los misterios de la Fe católica. En los villancicos vieron un tipo de canción sencilla y fácil de recordar, la forma perfecta para divulgar el mensaje evangelizador, por lo que empezaron a adaptarse numerosas coplas con motivos religiosos y, sobre todo, con el nacimiento de Jesús. Estas piezas se cantaban en la misa de mañana de algunas festividades, sobre todo en Navidad y el Corpus Christi. Las catedrales e iglesias de importancia se dotaron entonces de un cuerpo de músicos y un maestro de capilla encargado de componer especialmente para estas ocasiones[2].
En la América colonial el villancico siguió un desarrollo paralelo al de la península y fue valorado como medio evangelizador, incorporaba el lenguaje y ritmos de las formas locales, incluyendo con frecuencia palabras en idiomas indígenas, vocablos africanos o jerga de los dialectos europeos.
El villancico se popularizó rápidamente, convirtiéndose en canciones ampliamente interpretadas en las iglesias durante los oficios religiosos. De esta manera en los albores del siglo XVII aparece su uso en los responsorios de maitines de las principales fiestas litúrgicas; no sólo la Navidad y el Corpus Christi, sino también en la Asunción, los santos locales, la Epifanía, la Trinidad, etc. Los villancicos se convirtieron en una de las principales obligaciones compositivas del maestro de capilla para las principales fiestas del calendario litúrgico[3].
El siglo XVIII marca el inicio de la decadencia del género, el cual recibe cada vez más influencia de la música vocal italiana que por entonces dominaba el panorama musical europeo. Los villancicos alteran su sencilla estructura inicial complicándose con nuevas secciones musicales a imitación de la cantata, deviniendo en una sucesión de recitativos y arias da capo según el modelo de la ópera italiana. Todo ello provocó un aumento en la plantilla de las orquestas de las capillas de música catedralicias, una mayor exigencia a la hora de interpretar dichas composiciones junto con una desmedida inversión musical de los centros catedralicios que no rentabilizaban sus resultados prácticos. En 1765 se prohíben los villancicos en los actos religiosos, de tal manera que en el siglo XIX los villancicos habían desaparecido de la liturgia siendo sustituidos por los tradicionales responsorios gregorianos.
En el siglo XVIII, la última época en la que el villancico se cantaba todavía en las celebraciones religiosas, este fue quedando relegado a la celebración de festividades navideñas. Por este motivo el villancico quedó en la memoria popular como un género de canción específica de la Navidad, pasando a denominar por extensión a toda canción de temática navideña.
Ahora bien, muchos villancicos hablan de elementos culturales de esta época del año, pero dejan de lado el nacimiento de Jesús. Por eso se puede hacer una distinción entre el villancico y la canción de Navidad. Sea como sea, hoy día, al referirnos a la palabra “villancico” hacemos referencia a la canción de navidad que tiene sus orígenes en distintas culturas populares de cualquier nacionalidad.
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[1] El término inglés para los villancicos: carols, viene del francés caroler, que significa bailar haciendo ronda.
[2] Musicalmente el villancico en esta época se hace más complejo y se acentúa la distinción entre coplas y estribillo; este último se hace más largo y polifónico, mientras que aquéllas se acortan y se reduce el número de voces.
[3] En esta época el villancico se sofistica aún más añadiendo más voces a la polifonía, hasta ocho distribuidas en dos coros situados en diferentes partes de la iglesia y acompañamiento de violón, arpa y órgano.