La alegría de la fe
© by Raúl Navarro Barceló
Arte y Fe
Madonna de Loreto o de los peregrinos
La obra de Caravaggio nos muestra a la Virgen vestida de un modo popular con el niño en brazos y dos sencillos peregrinos delante de ellos, reconocibles por las manos juntas en actitud de oración y los bastones que están a su lado. En primer plano destacan sus pies desnudos e inflados y el remiendo del pantalón.
Estos detalles no gustaron ni al clero ni a la gente de la ciudad. Pero en realidad son el símbolo de la obediencia y de la devoción; el resultado lógico de un viaje lleno de sacrificios. Después de haber llegado a Loreto y haber dado la vuelta alrededor de la Santa Casa de María, los peregrinos son recompensados con la aparición de María y del niño Jesús, que con la mano derecha les bendice.
También fue motivo de escándalo entre el pueblo el hecho de que Caravaggio dibujara la pared de la casa desconchada y el modo en el que Caravaggio había alterado el relato de la tradición. Como hemos visto, según la leyenda, la casa había sido llevada a Loreto por ángeles, pero en el cuadro la única alusión al vuelo es la postura de María, representada apoyada sobre las puntas de los pies; la casa, en cambio, está caída y su enlucido presenta un desconchado que deja al descubierto los ladrillos. Con este signo Caravaggio hace hincapié en la pobreza de la Sagrada Familia.
Finalmente, destacar un hecho famoso y no menos controvertido: la mujer que sirvió de modelo fue una conocida prostituta, amante del pintor, llamada Lena.
Cerca de la iglesia de san Luis de los Franceses, en la que se encuentra el ciclo de la vida del apóstol san Mateo, se encuentra la basílica de san Agustín. En su interior, nada más entrar a mano izquierda, podemos disfrutar de un cuadro de Caravaggio dedicado a la Virgen de Loreto.
Según una tradición del siglo XII, en 1291 unos ángeles trasladaron la casa de María desde Nazaret hasta Tarseto (Dalmacia, actual Croacia) para ser protegida y resguardada de todo peligro, porque Palestina había sido invadida por los mamelucos. Los pobladores al verla no se explicaban cómo había llegado allí, pero supieron que era la Santa Casa cuando la Virgen se apareció a un sacerdote que se encontraba muy enfermo y se lo explicó. El sacerdote se sanó inmediatamente y contó la historia a todo el pueblo. Dentro de la Casa había un altar y en él una estatuilla de cedro de la Virgen María que tenía al Niño Jesús. Tres años más tarde, el 10 de diciembre de 1294, la Santa Casa fue nuevamente trasladada a la ribera opuesta del Adriático, a Italia, entre un bosque de Laureles. De allí el nombre de Loreto (del latín Lauretum: lugar poblado de laureles).