La alegría de la fe
© by Raúl Navarro Barceló
Arte y Fe
Puerta del Paraíso
· Uno de los lugares más bellos del mundo donde uno podría ser bautizado es sin duda el baptisterio de la catedral de Florencia. Los baptisterios son edificios exentos y cercanos al templo, por lo general de planta circular u octogonal [1]. Dado que en la antigüedad el bautismo se administraba por inmersión, en el centro del baptisterio se situaba una gran pila bautismal. La cubierta del edificio solía ser una cúpula y estaba ornamentada con mosaicos y pinturas.
El baptisterio de la catedral Florencia, de planta octogonal y origen románico (s. IV-V), tiene tres puertas de acceso. Una de ellas recibe el nombre de Puerta del Paraíso. Realizada en bronce y oro, obra de Lorenzo Ghiberti (1378-1455), quien empleó veintisiete años en esculpirla (1425-1452) [2]. Según se cuenta el nombre de la puerta se debe al gran Miguel Ángel (1475-1564), quien al contemplarla exclamó: «¡Es una obra divina, digna de ser la Puerta del Paraíso!». Y con ese nombre ha pasado a la Historia.
La Puerta del Paraíso es el final de un largo proceso de decoración en torno al Baptisterio de la catedral de Florencia, que marca la decisiva transición del arte gótico a unas formas revolucionarias después de la conmoción que causara su presentación en público. Todo tuvo su origen en un concurso convocado en 1401.
EL PRIMER CONCURSO DE MÉRITOS
· A inicios del siglo XV la ciudad-estado de Florencia no tenía rey, noble o pontífice que la gobernase. Era una república de cargos electos, aunque dominada por los Albizzi, familia de oligarcas mercantiles. Al frente de la ciudad estaba Tommaso degli Albizzi, hombre fuerte del gremio de los comerciantes de lana y seda.
Fueron ellos precisamente los impulsores de un cambio esencial para la historia del arte: inventar un concurso de méritos para que los mejores escultores de Italia compitieran entre sí [3]. ¿El premio? La adjudicación del proyecto para realizar dos de las tres puertas del baptisterio románico, cuyo realce y conservación era responsabilidad de los empresarios florentinos. En el fondo de su encargo también estaba la rivalidad con Pisa, cuyo baptisterio era el más grande de Europa y albergaba un púlpito incomparable esculpido por Nicola Pisano.
Al concurso acudieron muchos artistas, pero a la final llegaron siete. Entre ellos, Brunelleschi y Ghiberti, que resultó vencedor. Florencia ganó un artista y Roma un arquitecto, ya que Brunelleschi no volvió a esculpir. El jurado estuvo compuesto por veinticuatro personas y en el verano de 1402 emitió su veredicto: Lorenzo Ghiberti era el elegido. Su obra era más fiel al texto bíblico... y costaba menos dinero que la del otro finalista, argumento de peso en los hombres de negocios.
Para el joven Lorenzo era un premio extraordinario porque suponía pasar de simple orfebre a escultor reconocido. A cambio, tuvo que imitar el modelo de la primera puerta (realizada por Andrea Pisano entre 1330 y 1336). De hecho, si se pone una al lado de la otra, resultan parecidas.
Por lo que respecta a su ubicación, la puerta gótica de Pisano miraba al sur y, debido a las tradiciones escultóricas del momento, recogía la vida del patrón de la ciudad, san Juan Bautista. La nueva puerta, sin embargo, iba a contener escenas de la vida de Jesucristo y tenía que ser colocada en el lado oriental, ya que era la que miraba a Jerusalén. La tercera y última puerta del baptisterio, que debía estar situada al norte, no se renovó en esos momentos por falta de fondos.
Ghiberti nunca se había caracterizado por cumplir los plazos de sus encargos, pero en esa ocasión batió todas sus marcas. La segunda puerta tenía un plazo de entrega de nueve años... ¡y tardó veinte! La puerta se compone de veintiocho formellas con escenas del Nuevo Testamento en las que Ghiberti abandona todas las formalidades góticas, a excepción del marco cuadrilobulado impuesto, mostrando una depurada transición al clasicismo. Pese al retraso, la obra tuvo un éxito insospechado y en 1425, mientras estaba en Venecia, Arte de Calimala (nombre del gremio de comerciantes florentinos) le encargó, sin concurso previo alguno, la tercera puerta del baptisterio, ubicada en la entrada norte y con escenas del Antiguo Testamento. Sustituiría de este modo a la única puerta realizada en madera, carente de valor artístico.
LA TERCERA PUERTA: LA PUERTA DEL PARAÍSO
· En 1425 Lorenzo Ghiberti era un triunfador. Tenía una posición social a la altura de los letrados y comerciantes de la ciudad, era rico y su taller famoso en toda Italia. A su innegable don artístico unía un dominio profundo de la técnica escultórica y, además, garantizaba la ejecución. No en el plazo previsto, pero sí con una perfección desconocida.
Este reconocimiento le permitió emanciparse de las exigencias de sus mecenas y acelerar el cambio en la historia social del arte europeo. A partir de Ghiberti todos los maestros del Renacimiento tendrían un campo más amplio para liberar su inspiración y desarrollar sus capacidades. Por tanto, la tercera puerta es una obra decisiva, no sólo en el aspecto formal, sino también en el creativo.
Por lo pronto, Ghiberti redujo el número de los bajorrelieves de su anterior trabajo de veintiocho a diez, de modo que pudo hacerlos más grandes. También rechazó el marco gótico lobulado de Pisano, anticuado ya en el Quattrocento, y colocó las escenas en una moldura rectangular. Finalmente, cubrió el bronce con una lámina de oro para realzar la puerta en comparación con las anteriores.
Por otra parte, en la puerta de Pisano y la primera del propio Ghiberti, todas las esculturas eran del mismo tamaño con independencia de su posición. En consecuencia carecían de profundidad espacial, algo que rechazaba de plano el “nuevo” Ghiberti.
La solución que encontró procedía de la Roma clásica, pero fue novedosa en su ejecución: esculpir cada escena en tres escalones (bajo, medio y alto) que se difuminan según se alejan. Con ello cada relieve tiene un valor propio dentro del contexto general y un sentido estético más naturalista. Este cambio artístico le permitió incluir varias escenas en cada relieve, novedad que no aparecía en las otras dos puertas.
Según el propio escultor: “Después de mucho trabajo cambié mi criterio y decidí que las figuras más próximas se vieran de mayor tamaño y las más alejadas de menor talla, tal y como las muestra la realidad”. Nacieron así dos innovaciones artísticas llamadas “perspectiva” y “tridimensionalidad”, campos donde Brunelleschi había sido el primero en tener una teoría propia. La nueva obra de Ghiberti causó una profunda impresión en sus mecenas.
CAMBIO DE LUGAR DE LA PUERTA DEL PARAÍSO
· Para entender el cambio que Ghiberti provocó en el arte, es necesario volver a 1452, año de entrega de la Puerta del Paraíso. Florencia era una república, pero sólo nominalmente. La poderosa familia Albizzi había cedido su poder a los Médici. Al frente de la nueva dinastía estaba el político y banquero Cosme, apodado El Viejo, fundador de una saga épica que gobernará Florencia hasta el siglo XVIII. Una familia que tendrá entre sus descendientes incluso a una reina de Francia, María de Médici.
Cosme el Viejo había situado a Florencia en el inicio de un esplendor basado en el comercio y la banca. Con ambos comenzó un cierto capitalismo en el que los papas y los reyes eran deudores de Florencia. Gran conspirador político, pero amante de la paz, Cosme selló entonces una alianza con los Sforza de Milán y evitó que las arcas florentinas se agotaran en contiendas militares.
Ese pacto acrecentó la influencia exterior de Florencia, al tiempo que reforzó la bonanza económica y atrajo a la ciudad a decenas de artistas. Sin embargo, Cosme de Médici también corrompió las instituciones con un nepotismo rampante, ya que los puestos clave de la Administración estaban controlados por integrantes del poderoso clan.
El ambiente de expansión comercial, de efervescencia artística y de influencia política convirtieron a la república florentina en la capital del humanismo. Además de primer magistrado, Cosme de Médici era un hombre ambicioso. Así que le pidió audacia al gremio de La Calimala para estar a la altura de la ciudad. Sugirió entonces cambiar la ubicación la nueva puerta y colocarla en la entrada oriental, frente a la entrada de la catedral, reservada para la vida de Cristo por mirar hacia Jerusalén. De ese modo, toda Europa conocería el poder de Florencia y también su autonomía de las normas de la Iglesia Católica.
Para la mentalidad de la época el cambio era escandaloso, pero tuvo el efecto deseado por Cosme de Médici: Florencia estaba ya en todas las conversaciones. Los comerciantes debatieron durante días el asunto porque alteraba la tradición artística. La misma que había determinado el contenido iconográfico de la obra de Ghiberti con escenas del Antiguo Testamento.
Más allá de su aparente intrascendencia, el fondo del debate tenía un gran calado. ¿Debía el contenido de una obra de arte primar sobre la estética?, ¿acaso no se había esculpido la tercera puerta para la entrada norte?, ¿por qué cambiarla y “relegar a Nuestro Señor Jesucristo y al Evangelio” para realzar al Antiguo Testamento? Finalmente, los patrocinadores se arriesgaron y cambiaron las puertas de lugar. El virtuosismo de Lorenzo Ghiberti había superado a la tradición. Por primera vez en la historia, la estética había prevalecido sobre el contenido como criterio para el emplazamiento de una obra de arte.
DESCRIPCIÓN DE LA PUERTA DEL PARAÍSO
· La puerta consta de diez escenas están ordenadas cronológicamente de izquierda a derecha y de arriba abajo, formando dos calles, con cinco en cada hoja batiente. Se complementan con un marco formado por listones laterales con dos hornacinas junto a cada relieve en las que se insertan gráciles figurillas de profetas y sibilas, de extraordinaria elegancia, que se alternan con motivos vegetales y animales y 24 pequeños medallones con bustos de artistas contemporáneos, en los ángulos de los relieves, entre los que se permite la licencia de incluir su propio retrato y el de su hijo Vittorio, que colaboró en la fundición y cincelado de estos motivos decorativos.
Iconográficamente la puerta es un compendio de los principales pasajes del Antiguo Testamento, podría decirse que es una Biblia en imágenes, en unas ocasiones con una escena única y en otras con pasajes simultáneos.
Las formellas representan: (1) el Paraíso Terrenal, con la creación de Adán y Eva, el pecado original y la expulsión del Paraíso; (2) la fratricida historia de Caín y Abel; (3) la historia de Noé y el Diluvio Universal; (4) la historia del patriarca Abraham y el sacrificio de Isaac; (5) la historia de Esaú y Jacob; (6) la historia de José en Egipto; (7) la historia de Moisés, con la entrega de las Tablas de la Ley y el paso del mar Rojo; (8) la historia de Josué y la toma de la ciudad de Jericó; (9) la lucha de David y Goliat; (10) la historia de Salomón con la reina de Saba.
En estas escenas Ghiberti aplica la técnica del schiacciato, es decir, la degradación del relieve a medida que se acerca al fondo, de modo que los volúmenes oscilan desde los primeros planos, con figuras próximas al bulto redondo, a las ligeras insinuaciones del fondo, tratado con un relieve similar al de la numismática. Asimismo, recurre a una estudiada organización de planos sucesivos en los que aplica con maestría una degradación de tamaños basada en las leyes de perspectiva descritas por Brunelleschi, de modo que consigue en las escenas una extraordinaria profundidad, ya sea en los temas en los que predomina el paisaje o en aquellos que tienen construcciones como referencia espacial, en los que aplica la ley de la pirámide visual con un punto de fuga central.
En la mayoría de las escenas, Ghiberti coloca un gran número de personas y animales, combinando gran variedad de poses y gestos de alto refinamiento e idealización. Es frecuente la colocación de figuras de espaldas al espectador para realzar la profundidad de los grupos, algo impensable en el arte precedente, así como numerosas figuras en escorzo y con la incorporación de numerosos personajes secundarios a los lados, como en los coros de las tragedias griegas, dando lugar a una iconografía renovada de temas sagrados tradicionales que dio lugar a grandes polémicas entre los humanistas florentinos. Tampoco pasa desapercibida la inspiración de las figuras en obras de la estatuaria clásica, pues basta observar como la figura de Dios del Paraíso Terrenal recuerda un Júpiter y la de Eva una Venus.
En definitiva, Ghiberti realizó una obra maestra que abrió la puerta del arte a un nuevo camino.
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[1] En la arquitectura romana la idea del círculo representaba la perfección y en general los mausoleos tenían forma circular, recordemos por ejemplo, el mausoleo del emperador Adriano. La forma octagonal representa el día de la Resurrección, el resucitado se aparece a los Apóstoles el octavo día, “el primero después del sábado” (Jn 20,19). Con el simbolismo del octágono se subraya que con el bautismo se entra en el tiempo nuevo, en el tiempo inaugurado por la resurrección de Cristo. El octavo día es también el día de la nueva creación, donde el hombre entra a tomar posesión de la vida eterna, aunque no se tiene todavía la total posesión.
[2] Actualmente, después de su restauración, la puerta ya no se encuentra en su emplazamiento original, sino en el Museo de la catedral.
[3] La convocatoria, restringida a orfebres y escultores, causó una gran expectación en la pujante ciudad, donde las innovaciones artísticas eran vividas como un fenómeno de masas, exigiendo que cada artista entregara como muestra una placa o formella, de forma cuadrilobulada, con el tema en relieve del sacrificio de Isaac. A cada artista le fue entregado el bronce para que todos lo realizaran con el mismo tema, dimensiones y forma del contorno.
Fuentes:
http://www.unav.es/nuestrotiempo/es/temas/ghiberti-las-puertas-del-paraiso
http://domuspucelae.blogspot.com.es/2012/08/visita-virtual-la-puerta-del-paraiso.html
http://www.museumsinflorence.com/musei/Baptistery_of_florence.html#