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Arte y Fe

Icono de Cristo

·   «Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado". Les dijo: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Pedro le contestó: "El Cristo de Dios"» (Lc 9,18-20).

 

   La pregunta planteada por Cristo interpela a todo hombre. Nadie puede ser tan frívolo de pasar de ella, ya que hay mucho en juego, si Jesús es verdaderamente el Cristo de Dios.

 

·   En este icono de Cristo Pantocrátor del siglo XVI, que se encuentra en un monasterio del Monte Athos, con su lenguaje figurativo «constituye la síntesis de los primeros concilios ecuménicos, logrando representar tanto el esplendor de la humanidad como el fulgor de la divinidad de Jesús» (Compendio CEC).

- «Cristo está revestido de una túnica roja, cubierta con un manto azul oscuro. Los dos colores recuerdan su doble naturaleza, mientras los reflejos dorados hacen referencia a la persona divina del Verbo». El hecho único y singular de la fe cristiana, lo que la distingue de cualquier otra religión, es que hace recaer sobre una figura histórica concreta una significación religiosa absoluta. Lo cual no es nada fácil de asumir para la razón humana: ya que se mezcla lo absoluto y eterno con lo histórico. 

 

- «Del hombro derecho cae una estola dorada, símbolo de su sacerdocio eterno». Esto nos conduce al concepto de mediación. Para profundizar en él conviene recordar un conocido texto del Evangelio de Juan: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie se acerca al Padre sino por mí; si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras» (Jn 14,6-11).

 

Jesús no dice: «Yo os muestro el camino y la verdad», sino «Yo soy el camino y la verdad». No dice: «Yo os traigo la vida», sino «Yo soy la vida». No dice: «He visto al Padre y os hablo de Él», sino «Quien me ve a mí está viendo al Padre»[1]. Él es el mediador entre Dios y el hombre, porque Él es verdadero Dios y verdadero hombre. 

 

- «El rostro, majestuoso y sereno, enmarcado por una tupida cabellera y circuncidado por una aureola crucífera que enmarca una cruz, lleva el trigrama «O Ω N» («El que es»), que remite a la revelación del nombre de Dios en Ex 3,14». «Yo soy el que soy, este misterioso nombre de Dios propuesto en la Antigua Alianza, es citado allí como su nombre propio: todo lo que existe viene de Él, Él es la fuente originaria de todo ser. Y porque es único, está también siempre presente, está siempre cercano a nosotros y al mismo tiempo siempre nos precede: como "indicador" sobre el camino de nuestra vida, es más siendo Él mismo la vida»[2].

 

Arriba, a los lados del icono, se encuentran dos digramas, «IC — XC» (abreviación en cuatro letras del nombre en griego de Jesús Cristo (primera y última letra griega de cada palabra. La Σ se translitera como C en latín) que constituyen el título de la imagen misma. Aquí es interesante explicar la relación que existe entre dos nombres que se le dan a Jesús y que en realidad son sinónimos: Cristo y Mesías. Ambos significan lo mismo, uno en griego y el otro en hebreo: Ungido.

 

- Las manos. «La mano derecha, con el pulgar y el anular curvados hasta tocarse (que indican la doble naturaleza de Cristo en la unidad de la persona), es el gesto típico de bendición». La mano izquierda, por su parte, sostiene el libro del Evangelio, adornado con tres cierres, perlas y piedras preciosas. El Evangelio, símbolo y síntesis de la Palabra de Dios, tiene también un significado litúrgico, puesto que en la celebración eucarística se lee una perícopa sacada de él y se recitan las palabras de Jesús en la consagración.

 

   La imagen, síntesis sublime de datos de la naturaleza y de símbolos, es una invitación a la contemplación y el seguimiento. También hoy, Jesús, por medio de la Iglesia, su esposa y cuerpo místico, continúa bendiciendo a la humanidad e iluminándola con su Evangelio, el auténtico libro de la verdad, de la felicidad y de la salvación de hombre» (Compendio CEC).

 

[1] Cf. R. Guardini, La esencia del cristianismo, Madrid 1965, p. 51.

[2] Benedicto XVI, Homilía 29-6-2005. 

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