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Arte y Fe

Éxtasis de santa Teresa

  La iglesia romana de Santa María de la Victoria guarda en su interior una de las grandes obras del barroco: El éxtasis de santa Teresa, del artista Gian Lorenzo Bernini. El cardenal Federico Cornaro quiso dedicar la futura capilla que albergaría sus restos a la gran mística española reformadora de la orden carmelita. 

 

  La obra capta precisamente uno de sus célebres arrobamientos. La santa flota sobre una nube como si estuviera levitando, sus miembros cuelgan inertes; tiene la cabeza echada hacia atrás y la boca entreabierta, los ojos en blanco y semicerrados, atentos a la visión interior. La intensidad de la expresión en el rostro marmóreo de la santa es sencillamente increíble, capaz de transmitir toda la fuerza sobrenatural de un arrebato místico. Frente a la santa un ángel sonriente levanta delicadamente sus ropajes con la mano izquierda, mientras en la derecha sostiene una flecha dorada que acaba de retirar del corazón de la santa.

 

  Teresa describe este momento en el Libro de su vida de la siguiente manera: «Veía un ángel junto a mí en el lado izquierdo. No grande, sino pequeño. Hermoso mucho. El rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Éste me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. El dolor era tan grande que me hacia dar aquellos quejidos, tan excesiva la suavidad que pone este grandísimo dolor que no hay que desear que se quite ni se contenta el alma con menos que Dios». Bernini se enfrentó al desafío de representar en un bloque de mármol esta contradictoria mezcla de placer y dolor, de espiritualidad y sensualidad. Pocos retos podían ser más estimulantes para un artista barroco, gustoso de buscar en sus obras los momentos máxima tensión y drama.

 

  La figura sonriente del ángel le sirve precisamente para aportar suavidad y dulzura a una escena que de otro modo nos resultaría excesivamente dramática. Por otro lado, resulta impresionante la habilidad de Bernini para hacer que el blanco mármol parezca encendido en la cara del ángel y extremadamente pálido en el rostro de la santa, mientras que la nube que sostiene a ambos se vuelve porosa y evanescente.

 

 Magistral es también el tratamiento de los tejidos. Empleó para el ángel la técnica griega de los paños mojados que se adhieren delicadamente a la piel, dotando de gran sensualidad a su figura. Por el contrario, retuerce desmesuradamente el hábito de la santa en duros y pesados pliegues para manifestar la profunda agitación de su alma. Con estos elementos Bernini crea un nuevo lenguaje que sería adoptado posteriormente por todos los artistas barrocos.

 

  El conjunto de la capilla es una explosión de mármol de color, metal y detalles. Encima de la figura principal Bernini abrió un óculo por el que penetra la luz natural, que incide directamente sobre el rostro desfallecido de santa Teresa y se materializa en brillantes rayos de bronce tras las figuras.

 

                                                                                            El texto sigue fundamentalmente el comentario de una audioguía de la ciudad de Roma

 

 

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