top of page

Estamos criando una generación de tiranos

Este texto está extraído de un artículo de Stefania Berbenni titulado: Stiamo allevando una generazione di tiranni, publicado en la web de la revista italiana Panorama. La traducción es personal y en diversos momentos he realizado modificaciones sobre el original o bien suprimiendo cosas o bien cambiando expresiones.

·        «Estamos preocupados…, nuestra hija de 3 años ve demasiada televisión». «¿Por qué? ¿No podéis impedírselo?». «Si tratamos de limitarla, llora. Y es ella la que tiene el mando».

 

Padres de cultura media-alta, de unos treinta años, “personas sensatas”, que viven sin embargo bajo la esclavitud de una niña de 3 años que se ha apoderado del moderno cetro tecnológico y decide cómo, qué y cuánto ver en la televisión. Padres-súbditos, niños-soberanos: esto es lo que hemos construido en los últimos años y lo que tenemos que desmontar hoy.

 

            La época del rey niño ha entrado en crisis. Surgida en Francia hace unos 40 años de la mano de la psicoanalista Françoise Dolto, la enseñanza que consideraba al niño como una persona adulta (con sus respectivos corolarios: decirle siempre la verdad, escucharlo, respetar los deseos, hablar con él como un adulto y perdonar los caprichos como síntoma sólo de un deseo...) abrió la puerta al sí incondicional, al anonadamiento de los grandes al servicio de los pequeños, a los padres esclavizados.

 

Una deriva no deseada y bien reflejada por Jirina Prekop en El pequeño tirano: «Durante mi trabajo, cada vez más a menudo me sucede el encontrarme padres profundamente angustiados por el niño, el cual ‘se ha convertido en una pesadilla’: padres que se sienten esclavos y no respetados».

 

 

            Son muchos las personas entre los 30 y los 40 años con ganas de entender dónde fallan y por qué se encuentran en ciertas situaciones educativas. Por primera vez en décadas, el trono del rey niño se tambalea. En una investigación del Observatorio de la familia y de la persona en Italia se han obtenido los siguientes resultados: «De 950 entrevistas se extrae que el 21% de los encuestados quiere reivindicar el papel de los padres, aunque lamenta la dificultad para decir ‘no’ a los niños en el 84,5% de los casos. La novedad del estudio reside en la toma de conciencia de no dejarse tiranizar. El hijo, sin embargo, permanece siendo el foco de atención y de interés; tanto que el 56% quiere satisfacer sus deseos».

Dario Cella, psicólogo y mediador familiar, trabaja en la asociación Genitori ancora (Padres todavía), que trata de prevenir el daño causado en los hijos por la ruptura. Cada año pasan por ella alrededor de 150 parejas separadas o a punto de hacerlo. Dario narra el siguiente casos «Niño de 7 años, madre profesora de yoga, padre empleado de tienda. El niño, dotado de una inteligencia normal, en la escuela sólo hace lo que quiere, lo que le gusta. En casa dice que no logra concentrarse y no hace las tareas. Los padres lo elogian cuando hace su deber. Darío les explica: “es como si vosotros fueseis premiados por cruzar la calle en verde en lugar de hacerlo cuando está en rojo”. Mientras tanto el niño sigue con las clases, pero sólo escribe en mayúsculas. Dado que él está acostumbrado a hacer lo que le gusta, decide incluso con cuál de los padres estar. En realidad, un peso enorme para un niño que debe “traicionar” a uno de los dos. Un conflicto consigo mismo».

 

 

·           Comportamientos propios del rey niño.

 

Primero: Decide en lugar de los padres.

 

Segundo: expresa deseos que vendrán cumplidos pronto, a menudo anticipadamente, tanto que en tiempos de apretarse el cinturón el sector del vestido de los pequeños crece y los consumidores menores de 18 años son la delicia de los fabricantes de teléfonos móviles, iPods, videojuegos.

 

Tercero: es el centro de atención de abuelos, amigos, tíos, además de mamá y papá, en una competición silenciosa por ver quién se pone mejor a su servicio y disfruta de su preferencia.

 

Cuarto: ha sido transformado en un adulto, de modo que se dirigen a él como si fuera un hombre o una mujer; se anhela su opinión, su asentimiento, su explicación.

 

Quinto: es capaz de gestionar extenuantes negociaciones y la victoria es casi siempre suya.

 

Sexto: el niño está enfermo. Lo dice de muchas maneras, desde la agresividad al ansia, a la hiperactividad, a los trastornos del sueño. En realidad él es el primero en querer bajarse del trono.

 

         Jirina Prekop hace la siguiente observación: «En las últimas década se ha percibido un crecimiento impresionante de trastornos de la personalidad infantil. Trastornos de carácter destructivo y agresivo acompañados de frialdad de sentimientos, de egoísmo y falta de respeto hacia los demás». Y narra la historia de Alejandro, el cual sufre un shock cuando la maestra le hace sentarse en su sitio después de fallar una pregunta: nunca cuestionado en la familia, el niño desarrolla una fobia escolar apenas sufre una contestación a su primado.

 

 

·           Es un error generalizar, cada historia familiar es única y además de los padres están la escuela y los amigos: el niño no es sólo el producto matemático de aquello que recibe en el hogar, pero es allí donde se forma su personalidad.

 

El tema de las reglas “mágicas” es algo que obsesiona a los padres y prueba de ello es la proliferación de libros, normalmente malos, que siguen una estructura de recetarios. Si sucede esto, haz así: dos días sin televisión, diez minutos de silencio, prohibido salir, un poco más de mimos. Internet está lleno de lugares con consejos para los padres confundidos y blogs de desesperados.

 

«El mundo está buscando nuevas reglas en economía o en la política. No me sorprende que el primer núcleo social, la familia, haga lo mismo», afirma Susanna Mantovani. «Hemos pasado de la llamada pedagogía negra, con reglas muy rígidas, castigos y poco afecto sobre todo por parte del padre, al extremo opuesto. Ahora es el momento de buscar un equilibrio, pero se necesita tiempo, mucho tiempo, se necesita ayudar a los padres a hacerse mayores».

 

            En algunas familias los papeles están invertidos. Un caso emblemático: los padres pelean, el esposo se pone a llorar y su hija de 5 años va al baño, toma el botiquín de primeros auxilios y se dispone a asistir al padre. «El padre mostraba a menudo su debilidad y la niña hacía de enfermera. Es ella la que la que cuida y protege».

 

Otro caso: el de un niño de 8 años con los padres separados. La madre con una profesión liberal y el padre que hace de “madre” hasta el punto de que los padres eran llamados indiferentemente mamá o papá. Falta la figura de un padre que marque los límites. Todos tenemos necesidad de recintos. Es un poco como despertarse en la oscuridad total: se camina a tientas sin saber dónde está la pared que me contiene. Si no encuentro nada, me viene la angustia.

 

Con frecuencia, nada más obtener autoridad, los niños pequeños desafían, con el llanto, o yendo donde no deben. Un padre debe saber si la solicitud es legítima. Las prohibiciones sirven. Hay una frustración saludable que es aquella del ‘no’. El hijo debe saber hasta dónde puede llegar porque se lo han dicho, porque hay un código compartido en la familia. Muchos niños pequeños son cuidados por los abuelos y les llueven mensajes contradictorios: en el autobús, por ejemplo, es la abuela la que está de pie con la cartera mientras que el niño está sentado.

 

            «Los padres están menos presentes. Y cuanto menos hacen de padres, menos competentes son para realizar esa función. Y además llenos de sentido de culpa», dice Claudio Rozzoni. Una circunstancia agravante de nuestro tiempo es el aumento de los conflictos conyugales. Pero también tenemos que tener en cuenta la cultura predominante que martillea a los adultos para que se realicen, se mimen y se den placer a sí mismos. «Por parte de los jóvenes adultos de nuestro tiempo hay una atención hacia ellos mismos tan fuerte como para arriesgarse a poner en un segundo plano el cuidado necesario para el niño, a quien a menudo se le involucra en diálogos de este tipo: «Sabes, la mamá se ha enamorado de otro hombre. Esta noche sale con él. Le ama, ¿entiendes?». O bien es llevado en medio de los amigos de los padres, como un paquete. El hijo es también una molestia, una carga, un límite. Tenemos treintañeros crecidos entre algodones, con poca capacidad de resistencia, que se separan después de seis meses porque a lo mejor a él no le gusta ir a la discoteca».

 

            Frente al niño tirano, el pediatra francés Aldo Naouri sostiene lo siguiente: «Está claro que no se trata de no dialogar o dar ordenes en un estilo dictatorial sin ofrecer una explicación. Pero el término escuchar me da un poco de miedo. Los padres no son los oyentes. A ellos se les pide ser padres».

 

«El hecho de que los padres estén desorientados es eterno –afirma Silvana Quadrino–. Sólo que, en los últimos 50 años, han sido confrontados con un supuesto conocimiento psicológico que les ha hecho creer que sabían qué hacer con los hijos. De ahí nacen muchos de los problemas de hoy».

bottom of page