La alegría de la fe
© by Raúl Navarro Barceló
Imposición de la ceniza
· Uno de los signos más conocidos de la liturgia cristiana es sin duda alguna la imposición de ceniza el día de miércoles santo, con el que se inicia el tiempo de Cuaresma. En la celebración eucarística de ese día[1], después de la homilía, el sacerdote traza una cruz sobre la frente de la persona al tiempo que dice una de estas dos frases bíblicas: «Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás» (Gn 3,19)[2], o «Conviértete y cree en el Evangelio» (Mc 1,15).
Las cenizas se obtienen al quemar las palmas (en general de olivo) que se bendijeron el anterior Domingo de Ramos.
¿De dónde viene ese rito y qué significa?
· El rito de la ceniza recuerda una antigua tradición del pueblo hebreo que, cuando se sabía en pecado o cuando quería prepararse para una fiesta importante en la que debía estar purificado, se cubría de cenizas la cabeza y vestía con áspero paño llamado cilicio[3]. Cubrirse de cenizas significa, pues, realizar en forma tangible un acto de arrepentimiento y reconocimiento público de nuestra fragilidad y de nuestro pecado, en busca de la misericordia y el perdón de Dios.
La ceniza es un signo de humildad (etimológicamente este término procede de la palabra latina humus, que significa tierra). Nos recuerda lo que somos, ya que es un signo muy elocuente de la fragilidad, del pecado y de la mortalidad del hombre.
Al mismo tiempo manifiesta también una actitud activa de arrepentimiento y la voluntad de buscar la conversión, de creer verdaderamente en la Buena Noticia de Cristo, en el Evangelio, como persona, como comunidad y como Iglesia. Las dos frases que puede decir el sacerdote durante la imposición de la ceniza reflejan estos dos significados.
Desarrollo histórico
· Al inicio del cristianismo se imponía la ceniza especialmente a los “penitentes” o pecadores públicos que habían roto con la comunión eclesial por sus graves pecados y arrepentidos se preparaban durante toda la Cuaresma para recibir la reconciliación. Vestían hábito penitencial y ellos mismos se imponían cenizas antes de presentarse a la comunidad.
En la Edad Media, concretamente en el siglo XI, el signo se extendió a todos los cristianos y se comienza a imponer la ceniza a todos los fieles cristianos con motivo del Miércoles de Ceniza, significando así que todos somos pecadores y necesitamos conversión. La cuaresma es para todos.
La imposición de ceniza no es un rito mágico ni de protección especial, sino un sacramental. No tiene sentido recibir las cenizas si el corazón no se dispone a la humildad, la conversión y la búsqueda de Dios que la ceniza representa[4].
Junto a este signo, el Miércoles de Ceniza también se viven los del ayuno y la abstinencia.
________
[1] En determinadas circunstancias, también puede imponerse fuera de la celebración eucarística, dentro de una liturgia de la palabra.
[2] Las cenizas nos recuerdan: El origen del hombre: «Dios formó al hombre con polvo de la tierra» (Gen 2,7); y su fin: «hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho» (Gn 3,19), «todos expiran y al polvo retornan» (Ps 104,29). El patriarca Abrahán dijo: «Aunque soy polvo y ceniza, me atrevo a hablar a mi Señor» (Gn 18,27).
[3] En la Biblia vemos como Judit, antes de emprender la ardua empresa de liberar al pueblo de Betulia, «rostro en tierra, echó ceniza sobre su cabeza, dejó ver el sayal que tenía puesto y, a la misma hora en que se ofrecía en Jerusalén, en la Casa de Dios, el incienso de aquella tarde, clamó al Señor en alta voz» (Jud 9,1). Jesús mismo, deplorando la impenitencia de las ciudades de Corozaín y de Betsaida, dice que merecerán el mismo fin que Tiro y Sidón, si no hacen penitencia con sayal (cilicio) y ceniza (Mt 11,21).
[4] «Los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a cooperar con a ella» (CEC 1670).