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Arte y Fe

Iconografía Paleocristiana

·        La tradición judía rechazaba la representación de Dios y de los personajes de la Historia Sagrada (Dt 27,15), pero conforme el cristianismo se fue extendiendo a más provincias del imperio, los nuevos conversos perdieron los perjuicios y sintieron la necesidad de expresar visiblemente sus creencias. Como es normal, siguieron las formas artísticas que tenían a su alcance, que no son otras que las del paganismo.

 

         Como no podían profesar abiertamente su fe, los cristianos se valían de símbolos que pintaban en los muros de las catacumbas y, con mayor frecuencia, grababan en las lápidas de mármol que cerraban sus tumbas. Convenía que las nuevas imágenes fueran comprendidas por los fieles, pero pasaran inadvertidas a los perseguidores de la Iglesia. Un buen procedimiento era la aparente repetición de temas paganos a los que se les daba una interpretación cristiana.

 

           El estilo pictórico de las catacumbas divide las paredes y los techos en espacios delimitados por franjas y guirnaldas. Abundan los pámpanos y las uvas, de aparente efecto decorativo, pero que recuerdan aquellas palabas de Cristo: «Yo soy la vida, vosotros los sarmientos». Los adornos vegetales irán desapareciendo a lo largo del siglo III.

 

           La situación de clandestinidad y persecución provocó que los orígenes del arte cristiano fuesen modestos y el progreso lento durante los tres primeros siglos. Pero tras el edicto de Milán del año 313, alcanzada la libertad, la Iglesia comienza la construcción de templos y basílicas cuyos muros ofrecen amplios espacios para la pintura y para la decoración con mosaicos. En ellos se desarrolla el arte cristiano con mayores vuelos. El arte evolucionó tanto en la técnica como en su complejidad, sustituyendo los símbolos y figuras básicas por muestras gráficas de episodios que narraban pasajes bíblicos de alta carga ideológica. Ejemplo de ello es la historia de Jonás, tragado vivo por una ballena en cuyo estómago reside tres días hasta que el héroe se arrepiente y el bicho lo regurgita. A nadie se le escapó que la aventura en las tinieblas de Jonás era una clara alusión a la resurrección de Jesucristo. Otra idea que los primeros cristianos buscaban promover era la del Dios protector y encontraron en el Antiguo Testamento la figura de Daniel que, al negarse ante Nabucodonosor a adorar ídolos, es arrojado a los leones, pero es protegido por el benévolo Dios de los judíos. La imagen de Daniel y los leones es otra de las representaciones más numerosas del arte cristiano original.

 

·          Ofrecemos a continuación un elenco y una breve explicación de las imágenes más comunes de la antigüedad cristiana, centrándonos especialmente en la persona de Cristo.

El buen pastor

           Uno de los pocos símbolos cristianos procedentes del primer siglo es el del Buen Pastor llevando sobre sus hombros un cordero o una oveja, con otras dos a su lado. En la estatutaria griega y romana existía el tipo del Crióforo, o sea el pastor que lleva un cordero sobre sus hombros. Esta imagen, en la que los primeros cristianos veían a Cristo, Buen Pastor (Jn 10,1-16; Lc 15,3-7), podía ser confundida con aquel modelo de época pagana, pasando así inadvertida su significación. Se representa a un pastor joven vestido con túnica corta, que lleva un cordero sobre sus hombros (el alma salvada) y un morral en su costado (recordando la espiga de trigo que debe morir para dar mucho fruto).

 

Desde el siglo II esta imagen aparece reiteradamente en los muros de las catacumbas y más tarde tallada en los sarcófagos paleocristianos. Con el correr de los siglos el pastor adopta la fisonomía e indumentaria con que la iconografía tradicional representa a Cristo.           

            Según la interpretación de Wilpert, el significado que puede ser asociado a este símbolo, es el siguiente: El cordero u oveja sobre los hombros del Buen Pastor es un símbolo del alma salvada de los difuntos llevada por Nuestro Señor al cielo; mientras que las dos ovejas que acompañan al Pastor representan los santos que ya gozan de la felicidad eterna.

 

Esta interpretación está en armonía con una antigua oración litúrgica por los difuntos que dice así: «Te rogamos Dios… que seas misericordioso con él en el juicio, habiéndolo redimido por tu muerte, líbralo del pecado, y reconcílialo con el Padre. Se para él el Buen Pastor y llévalo sobre tus hombros [al redil]. Recíbelo en el Reino venidero y concédele participar en el gozo eterno de la Sociedad de los santos» (Muratori, Lit. Rom. Vet., I, 751). En los frescos de las catacumbas esta petición está representada como ya cumplida; el difunto está ya en compañía de los santos. 

El pez

        Para el cristianismo primitivo, el pez evoca a Cristo por razones filológicas: el término griego ἰχθύς (ichtus; pez) coincide con el acróstico (en mayúsculas) ΙΧΘΥΣ correspondiente a la expresión: Iησοῦς Χρειστὸς Θεοῦ Υἱὸς Σωτήρ (IESOUS KHRISTOS THEOU YIOS SOTER; Jesús Cristo de Dios Hijo, Salvador).

 

Desde el siglo I este ideograma se adopta como señal de veneración por los discípulos de Cristo y es ampliamente representado. A partir del siglo IV, el latín sustituye al griego como lengua de uso común y este ideograma se hace difícil de comprender y se emplea menos.

           También es usado como señal de reconocimiento. Su uso como símbolo secreto pudo haber sido el siguiente: una persona dibujaba unas líneas rectas y curvas en la arena de forma aparentemente aleatoria, de las que una de ellas era un arco circular. Si otra persona dibujaba más líneas en el suelo y completaba la figura, los dos sabrían que ambos eran cristianos. También era usado secretamente cuando dos personas que no se conocían muy bien se veían nuevamente; entonces, una de ellas le hacía la mitad del símbolo del pez en la palma de la mano a uno al saludarlo, y el otro respondía haciendo la otra mitad si también era ferviente cristiano, si no pasaba como una cosquilla o accidente, pero la mayoría de las veces se tomaban muchas precauciones, como el de investigar de antemano a la otra persona.

 

           Por otro lado, el pez como símbolo participa del atributo del agua. Es fundamentalmente signo de pureza, de sabiduría, de fecundidad y de resurrección. De ahí que también el pez esté asociado a la iconografía del bautismo y aparezca como decoración en las pilas bautismales. Los peces representan igualmente a los fieles de la Iglesia “pescados” por Cristo, los apóstoles o los obispos.

 

Se puede añadir que, desde un punto de vista alimenticio, tanto para los cristianos como para los hebreos, la carne del pez es siempre más limpia que la del ave o el cuadrúpedo. De ahí que en la iconografía medieval haya abundancia de escenas de comida en que se vean peces dispuestos encima de la mesa, empezando por la propia Última Cena. 

El pelícano

        Una antigua leyenda del mundo antiguo (recogida en el Physiologus, un texto del siglo II escrito por un autor anónimo alejandrino), que será retomada en la Edad Media, decía que el pelícano, para evitar que sus polluelos mueran de hambre en tiempos de escasez, hiere su pecho con su propio pico y les alimenta con su propia sangre. Es fácil entender que los primeros cristianos adoptaran esta imagen como símbolo de Cristo, el Redentor que da su vida para sacar a los suyos de la muerte del pecado y que los alimenta con Su Cuerpo y Su Sangre en la Eucaristía. 

La iconografía del pelícano aparece circunscrita sobre todo a dos temas fundamentales: aparece en la escena llamada de la «Crucifixión simbólica», posado en la cruz o a su pie; y también es frecuente, hasta en la actualidad, encontrarlo representado en las puertas de los sagrarios.

 

          Otras versiones de la leyenda decían que si los polluelos del pelícano mueren, éste se abre el costado y los trae de vuelta a la vida, a costa de la suya propia, rociándolos con su propia sangre.

 

También se decía del pelícano que desaparece debido al calor del sol y reaparece en invierno, por lo que fue tomado como alusivo a la resurrección de Jesús e incluso a la de Lázaro, si bien estas aplicaciones fueron menos comunes. 

El pavo real

        El pavo real tiene una larga trayectoria como símbolo en diversas culturas. Debido a su vistosa cola abierta en rueda fue un símbolo solar. También fue símbolo de la inmortalidad, ya que las leyendas hablaban de que su carne era incorruptible. Por otra parte, el pavo real había sido en Grecia el ave de la diosa Hera y en Roma el ave de Juno. 

La iconografía cristiana recoge la idea de la inmortalidad y lo usa como símbolo de la resurrección de Cristo y de la inmortalidad del alma y su fe en la vida eterna junto a Dios. Con este significado aparece con frecuencia en las pinturas de las catacumbas. Es representado usualmente junto al árbol de la vida.

El fénix

        Otra fábula o leyenda del mundo antiguo hablaba del ave fénix. Éste era honrado en el templo de Heliópolis con una leyenda propia: nunca vivía más de un fénix en el mundo. Cuando sentía que iba a cumplir quinientos años, levantaba el vuelo, pasaba primero por Arabia hasta llegar a Heliópolis, donde se construía sobre el altar del templo una hoguera hecha de aromáticas plantas de Arabia que era encendida por el sol, y sobre la cual se consumía el ave. De sus cenizas nacía un pequeño gusano que antes de terminar el día se convertía en un nuevo fénix lleno de vigor.

           Los primeros cristianos encontraron en este animal fabuloso una imagen de Cristo resucitado. San Clemente, San Cipriano, Lactancio, Tertuliano, Orígenes, San Cirilo de Jerusalén, San Gregorio Nacianceno, San Ambrosio, San Epifanio y otros muchos utilizaron en sus escritos la leyenda del fénix como símbolo de la resurrección. Por ello aparece frecuentemente en el arte cristiano, bien como emblema del dogma, bien como imagen simbólica de Cristo. 

El cordero

          Al principio la representación del cordero o la oveja en las pinturas de las catacumbas y de los sarcófagos no estaba vinculada al libro del Apocalipsis, sino que sencillamente se trataba de evocar, mediante símbolos paganos que estaban entonces de moda, la condición del difunto después de muerto en una existencia feliz.

          El Cordero Divino, inspirado en el evangelio de Juan (Jn 1,29) o en el Apocalipsis (Ap 5), no entrará en el arte cristiano antes del siglo IV. Entonces, con este segundo significado, se le suele representar de pie, con nimbo crucífero, sosteniendo con la pata un astil rematado en cruz y adornado con una banderola.

            El esquema general de la decoración absidal con mosaico en las basílicas que se construyen por todas partes tras la conversión de Constantino, se asemeja en lo fundamental a lo descrito por San Paulino como existente en la Basílica de San Felix de Nola: «Cristo es representado mediante la figura de un cordero; la voz del Padre truena desde el cielo; y el Espíritu Santo es derramado a través de la paloma. La Cruz está rodeada por un círculo de luz como por una corona. La corona de esta corona son los mismos apóstoles, que son representados por un coro de palomas. La Divina unidad de la Trinidad es resumida en Cristo. La Trinidad tiene al mismo tiempo sus propias representaciones; Dios es representado por la voz paternal, y por el Espíritu; la Cruz y el Cordero significan la Víctima Santa. El fondo de púrpura y las palmas significan la realeza y el triunfo. Sobre la roca está de pie aquel que es la Roca de la Iglesia, de la que fluyen las cuatro fuentes murmurantes, los Evangelistas, ríos vivos de Cristo» (San Paulino, Ep. XXXII ad Severum, sect. 10, PL LXI, 336).

 

El Divino Cordero era normalmente representado en los mosaicos absidales de pie sobre el monte místico desde donde fluyen los cuatro arroyos del Paraíso simbolizando a los Evangelistas; doce ovejas, seis a cada lado, eran además representadas, viniendo desde las ciudades de Jerusalén y Belén (indicadas por pequeñas casas en los extremos de la escena) y marchando hacia el cordero.

 

            Desde el siglo quinto, la cabeza del cordero empezó a ser rodeada por la aureola. El siguiente paso en el desarrollo de la idea de asociar la Cruz con el cordero aparece en un mosaico del siglo sexto de la Basílica Vaticana que representaba al cordero sobre un trono, a los pies de una Cruz adornada con gemas. Del costado traspasado de este cordero, fluía sangre en un cáliz desde donde a su vez se distribuía en cinco chorros, recordando las cinco llagas de Cristo.

La paloma y el orante

        La paloma con un ramo de olivo en su pico se convirtió en símbolo del alma que ha llegado a la paz divina.

 

          La figura del orante, representada con los brazos abiertos, es también símbolo del estado de felicidad del alma feliz tras la muerte, la cual vive ya en la paz divina. 

El ancla

        En el mundo antiguo, las anclas representaban seguridad. Por su función de fijar el navío al fondo del mar, el ancla simboliza la seguridad, la firmeza, la solidez, frecuentemente en contraposición a los factores de alteración e inestabilidad. De hecho el autor de la Carta a los Hebreos tomó este símbolo para hablar de la esperanza que los cristianos tienen en Cristo: «La esperanza es para nosotros como ancla del alma, segura y firme, que penetra más allá de la cortina, donde entró, como precursor, por nosotros Jesús, Sumo Sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec» (Hb 6,19-20). 

Símbolo de la fe y de la esperanza de la resurrección, el ancla marina aparece desde el siglo III en relieves y pinturas de las catacumbas. «Los primeros cristianos pintaban la esperanza con un ancla, como si la vida fuese el ancla lanzada a la orilla del Cielo y todos nosotros en camino hacia esa orilla, agarrados a la cuerda del ancla. Es una hermosa imagen de la esperanza: tener el corazón anclado allí donde están nuestros antepasados, donde están los santos, donde está Jesús, donde está Dios» (Francisco, 1-11-2013).

 

El ancla, por otra parte, es un símbolo de la cruz, que se empleó durante los primeros tiempos del cristianismo para eludir la representación de ésta. Su representación también va unida al símbolo de los peces o a las letras Alfa y Omega.

El nudo de Salomón

        El nudo de Salomón consiste en dos lazos cerrados, los cuales se encuentran dos veces entrelazados de manera intercalada. En la mayoría de las representaciones, las partes de los lazos que en forma alternativa se cruzan son los lados de un cuadrado central, mientras que los cuatro lóbulos, que pueden tener diversas formas, se extienden hacia afuera en las cuatro direcciones. Para el cristianismo es un símbolo de la unión inescindible entre la naturaleza humana y divina de Jesucristo.

Alfa y Omega

        Estas palabras del libro de Apocalipsis en boca de Jesús: «Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin» (Ap 22,13), han dado origen a uno de los símbolos más extendidos de la fe cristiana. Primera y última letras del alfabeto griego, α/Α (alfa) y ω/Ω (omega), equivalentes a principio y fin, estas dos letras se han aplicado de un modo simbólico a Cristo en cuanto Hijo de Dios, principio y fin de todas las cosas. Aparecen sobre todo incorporadas al ancla y al crismón.

Monograma IX - IH

        El monograma IX combina las letras griega iota (I) y chi (X). La Iota es la primera letra de la palabra griega Iησοῦς (Iēsous), y chi la primera letra de la palabra Χρειστὸς (Christos). El conjunto funcionan como una abreviatura de “Jesucristo”.

 

        El monograma IH, en algún momento con las letras superpuestas una sobre la otra, también se usaban para representar a Cristo. Son las dos primeras letras del nombre de Jesús en griego (Iησοῦς), iota (Ι,i) y eta (Η,η).

Staurograma

          El Staurograma es la combinación de las letras griegas tau (T, τ) y rho (P, ρ), estando la línea vertical de la rho superpuesta a la de la tau. Se utilizó en la iglesia primitiva como una abreviatura de la palabra Cruz en griego.

 

           El Staurograma fue utilizado por primera vez para abreviar la palabra griega que designa cruz en manuscritos muy tempranos del Nuevo Testamento como el P66, P45 y P75, casi como un nombre sagrado, y visualmente puede haber representado a Jesús en la cruz.

 

La letra tau podría simbolizar la cruz por sí misma. Por su parte la letra rho tenía el valor numérico de 100, que podría ser una referencia a Abraham, tomado él mismo como un símbolo del Mesías, ya que procreó Isaac cuando tenía 100 años de edad.

Crismón

        Se llama crismón al monograma del nombre de Cristo formado por la superposición de letras griegas X (ji) y Ρ (rho); las dos primeras letras del término Cristo en griego: Χριστός. Cristo significa “Ungido” y equivale al término hebreo de Mesías.

 

Este monograma con frecuencia está flanqueado por la primera y última letra del alfabeto griego, α/Α (alfa) y ω/Ω (omega), para indicar que Cristo es principio y fin. La letra S (Σ, ς: sigma) que a veces aparece enroscada al pie de la P es, por un lado, la letra final de Χριστός, y por otro la inicial de Soter (Salvador). El todo se inscribe en un círculo o rueda, raras veces en un cuadrado.

       En el siglo IV, el emperador Constantino le dio carácter oficial acuñándolo en las monedas y estampándolo como lábaro en los estandartes de sus legiones. Fue sin embargo en el arte románico donde el crismón alcanzó su eclosión plástica.

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